Los libros medievales tenían portadas de madera, reforzadas a menudo con piezas de metal, y poseían cierres en forma de botones o candados. Muchas de las portadas iban cubiertas de piel y, a veces, estaban ricamente adornadas con trabajos de orfebrería en oro, plata, esmalte y piedras preciosas. Estos bellísimos ejemplares eran autentica obras de arte en cuya confección intervenían, hacia el final de la edad media, orfebres, artistas y escribas profesionales. En esta época se usaban las letras capitales para iniciar cada capítulo o cada párrafo.